El complejo arqueológico de Ollantaytambo

El complejo arqueológico de Ollantaytambo

Inca Fortress with Terraces and Temple Hill in Ollantaytambo, Peru. Ollantaytambo was the royal estate of Emperor Pachacuti who conquered the region

El departamento del Cusco es fuente inagotable de bellezas arqueológicas de un calibre inconmensurable. Una de ellas es el complejo de Ollantaytambo, pero ni mucho menos pasa desapercibida entre tanta maravilla incaica.

El más popular partida del camino del Inca hacia el eterno Machu Picchu es una espectacular ejemplo de la arquitectura incaica. El inmejorable grado de conservación de su trazado urbano le convierten en un paso ineludible para quienes indagan en los fascinantes secretos de las culturas precolombinas. Sus andenes de resistencia son admirados diariamente por turistas de todo el mundo.

El almacén de Ollantay

Visitar la región andina del Cusco es sumergirse de lleno en la cultura ancestral inca; bucear en siglos de civilización mientras se escuchan relatos inconclusos de resistencia. No en vano, se trata de la principal región el términos turísticos de todo el Perú. En este mágico lugar es fácil entender el porqué.

A diferencia de otros lugares por los que hemos paseado, el acceso a Ollantaytambo no tiene mayores complicaciones: un cómodo viajecito por carretera de poco más de una hora le separa de la capital histórica del Perú.

Una vez en el pueblo, una lluvia de guías locales se acerca a ofrecer sus servicios; si no arreglaron con alguna agencia previamente, no lo duden, son muy profesionales e incluso hay quienes hablan inglés.

Al acercarse al complejo arqueológico, las imponentes estructuras arqueológicas captan toda la atención. Inevitablemente, una pregunta ronda mi curiosa cabeza: ¿cómo hicieron para trasladar semejantes piedras sin contar con maquinaria?

La avezada guía lee mi mente y responde con precisión: “las vastas piedras provienen de la carrera de Cachicata, a unos 6 kilómetros al oeste de acá”. “Apenas utilizaron sogas de cuero de camélidos, rodillos de leño, palancas, cantos ‘rodaos’ y algunas poleas”, siguió.

Se trata de una auténtica proeza, pues las piedras son absolutamente descomunales. Más tarde, un reconfortante paseo en el camino que separa ambas localidades, vi confirmada la versión de la vecina. Las llamadas ‘piedras dormidas’ son enormes rocas talladas abandonadas en el camino, que hoy en día aún perduran.

El descenso del río Patacancha desde la montaña sirve para dividir en dos Ollantaytambo. En su vertiente este, se puede contemplar el inmaculado pueblo. Como se mencionó anteriormente, es de los pocos que mantiene su trazado incaico original.

Las viviendas se agrupan en cuatro, formando cuadras que componen kanchas. El diseño es rectangular, con una única entrada de acceso, a fin de facilitar las tareas defensivas ante eventuales invasores.

Según se avanza, se descubren algunas llamativas casas que parecen responder a la arquitectura colonial. En efecto, fueron construidas aprovechando los sólidos muros de las viviendas incaicos.

Usando el puente para sortear el río, se llega a la otra parte del conjunto. Situado en lo alto de un promontorio, este sector hacía las funciones de centro ceremonial. Se accede a través de la ‘Puerta Monumental’, la cual está construida con forma trapezoidal para resistir a los temidos -y frecuentes- sismos.

En la parte más meridional se encuentra la Casa Real del Sol, una pequeña fortaleza de granito con un llamativo color rosáceo. Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención: un conjunto de seis monstruosos monolitos ensamblados con una pasmosa perfección.

Las miradas embelesadas de los turistas seguramente no se hayan percatado, pero los prodigios no cesan ahí. En este mismo conjunto, diez hornacinas se unen para conformar el ‘Templo de las 10 ventanas”; un edifico cautivador.

Casi por accidente, descubrimos otra forma más sugerente de salir de esta área. Al norte, hay construidos 17 andenes de resistencia, una técnica de cultivo que evita los recurrentes deslizamientos. Mientras los exploramos, hallamos una escalinata por la que suben unos despistados visitantes, en la ladera de la montaña.

Al lado, otras imponentes terrazas. Mientras una se pregunta donde almacenarían semejante cantidad de alimento, un fugaz vistazo al otro lado del río sirve para encontrar la respuesta. El ‘Pincuylluna’, un impresionante conjunto de depósitos agrícolas luce imponente en la otra orilla. ¡Con razón le llamaban el granero de Ollantay!

Al descender este segundo conjunto de terrazas nos encontramos con el ‘Baño de la Ñusta’. La tradición oral cuenta que estas fuentes eran utilizadas por las mujeres incas para lavarse.

Es fascinante descubrir los pulcros hábitos de higiene que mantenían estos pueblos, inusuales para la época. Una de las fuentes tiene una peculiaridad que no hace sino confirmar que existe magia en este lugar: si se pasa el dedo, acariciando el borde, el flujo de agua se corta por un instantes. ¿Cómo es posible?

La capital de la resistencia al invasor

Ollantaytambo fue construido en la primera mitad del siglo XV, la época más gloriosa del imperio inca. En un esfuerzo por consolidar la unidad territorial, el gobierno de Pachacútec lo incorpora al imperio. Fue entonces cuando se dedica reconstruir los edificios dañados, erigir nuevas edificaciones y confeccionar las ingeniosas terrazas de contención. Varias generaciones pudieron disfrutarla en paz.

La historia a partir del siglo XVI es de todos conocida. La conquista española de la región cambió radicalmente su uso. El Manco Inca Yupanqui -bisnieto de Pachacútec y padre del archiconocido Túpac Amarú II- tuvo que liderar la resistencia al invasor.

Ollantaytambo se convierte en el centro estratégico de la resistencia; una fortaleza casi inexpugnable. Efectivamente, la valiente resistencia terminó por sucumbir y huir a la zona boscosa de Vilcabamba. En el año 1540, Francisco Pizarro finaliza victorioso su campaña en la zona y la población nativa queda adscrita al conquistador en régimen de encomienda.

¿Dificultades para llegar? Más bien no

Se mencionó anteriormente las facilidades para llegar desde el propio Cusco al pueblo. Los 63 kilómetros son perfectamente carreteables, así que no requieren ninguna precaución especial.

Tampoco requiere una previsión minuciosa el horario de llegada: el complejo abre a las 7 de la mañana y cierra a las 6 de la tarde. Todos los días del año. Solo las personas más desorientadas se encontrarán con la cancela cerrada.

Como región eminentemente turística, la región de Cusco facilita ofertas para disfrutar de las maravillas arqueológicas de la zona. Así, por un precio de 130 soles (70 soles para estudiantes) los extranjeros podrán maravillarse con Chinchero, Moray, Q’enko y el propio Ollantaytambo, entre muchos otros.

Si no se dispone de tanto tiempo, siempre existe la alternativa de comprar un boleto parcial, a un precio más económico (70 soles para extranjeros, 40 para nacionales). Eso sí, siempre en COSITUC, pagando siempre en divisa local y efectivo.

Quien este leyendo esto ya habrá advertido que la visita a Ollantaytambo no responde a una etapa de turismo-aventura. ¡Ni falta que hace! Sus paredes emanan cultura e historia por los cuatro costados.

De este modo, mi consejo es conseguir una buena persona o agencia que haga de guía, abrir mucho orejas y ojos, traer muchas ganas de aprender y disfrutar de este viaje en el tiempo. ¡Hasta la próxima!